“Rajoy es un viejo zorro que se las sabe todas”, “hay que reconocer que comprende a España mejor que nadie”, “él sabe salir de la burbuja de Twitter y apelar a la verdadera mayoría”, “al final va a tener razón, tú mira lo que está sucediendo en los otros partidos”, “si es que, no sé, hasta me empieza a caer bien”.
Todos hemos escuchado alguna de estas frases, piezas clave de la reivindicación del marianismo que se lleva realizando desde el 26-J. Es un discurso interesante porque, lejos de circunscribirse a los votantes del PP, se ha extendido a quienes se proclaman contrarios a Rajoy. La admisión de la victoria marianista frente a todas nuestras moderneces y politologadas se ha convertido en una conversación simpática; yo mismo admito haber caído en ella. No se puede vivir siempre enfurruñado.
El caso es que este discurso reivindicativo pretende hallar su colofón este fin de semana con el congreso del PP. Porque la intención no es solo reunirse tras unos años difíciles y hablar de que Bulgaria es un lugar agradable -se come bien, por la noche solo se escucha algún grillo-. No basta con sentirse francamente estupendos en una familia tan unida. El propósito es mostrar que Rajoy, además de suponer un modelo de gestión de crisis económicas, políticas y lo que se tercie, también puede dar lecciones sobre cómo pastorear un partido. Que el PP marianista, lejos de avergonzarse de sí mismo, se reivindica como un modelo digno de imitación. [Seguir leyendo.]