[Columna publicada en El Mundo el 29 de octubre de 2020: https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2020/10/29/5f998c7b21efa0fe3f8b46d3.html ]

En una semana conoceremos al vencedor de las elecciones de EE. UU. Tanto si gana Trump como si lo hace Biden, no faltarán análisis que planteen paralelismos entre lo que suceda en aquel país y lo que ocurre aquí. Esta comparación suele ser tan inevitable como engañosa, dadas las enormes diferencias entre los dos países. La ambigüedad aumenta aún más en el caso de Trump, alguien con el que siempre está por ver dónde acaba el show y dónde empieza la realidad.

Pese a todo, la presidencia de Trump contiene dos lecciones pertinentes para el contexto español, y que van más allá de si es reelegido o no. En primer lugar, Trump es una advertencia para la derecha de cara al futuro: cuidado con el odio a lo progre. Y cuidado, sobre todo, con que se acabe convirtiendo en un fin en sí mismo. Se trata de una pendiente resbaladiza que puede conducir a éxitos políticos, pero también a la completa desnaturalización del proyecto liberal-conservador. Y a una serie de rendiciones morales e intelectuales que, sencillamente, no valen la pena.

La segunda lección es más general. Trump muestra lo que sucede cuando un partido clásico acaba liderado por un aventurero sin escrúpulos y, además, renuncia a ejercer cualquier labor de contrapeso ante él. La presidencia de Trump no se explica sin la aceptación de los dirigentes republicanos, y del grueso de sus votantes, de que el magnate es un mal necesario, una figura algo desagradable o excesiva pero que, al fin y al cabo, está de su lado. Uno de los suyos. Un arma útil y por eso aceptable. Por esta pendiente pueden resbalar todas las formaciones, sean de izquierda, de derecha o de centro. Basta una mezcla lo suficientemente densa de sectarismo, cobardía y ansia de poder para que un partido con tradición institucional se embarque en una huida hacia adelante en la que acepta las mentiras, los ardides, las cacicadas, las alianzas indeseables y la corrosión gradual de convenciones muy importantes. Y en este punto hay que calibrar bien el juego de espejos. Si hay un político en España que ha construido su carrera sobre el perpetuum mobile de la posverdad, el desprecio al adversario político y la erosión de la neutralidad y fiabilidad de las instituciones, ese es el actual presidente. Y si hay un partido histórico que ha renunciado a ejercer de contrapeso contra las peores tentaciones de su líder, ese es el PSOE. Puede que el martes los americanos se libren de su Trump. El nuestro seguirá en la Moncloa.