[Publicado el 13 de octubre de 2022: https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2022/10/13/6346d52321efa004428b45af.html ]

Tengo 36 años, ¿cuántas polémicas del día de la Hispanidad me quedarán por ver? Los abucheos al presidente, las discusiones sobre el genocidio o las propuestas de fechas alternativas para la Fiesta Nacional parecen ya tan tradicionales, tan ineludibles, como el desfile militar.

Si hay algo novedoso en los últimos tiempos es la manera en que se está respondiendo al discurso del #NadaQueCelebrar. Esta semana ha tenido mucha repercusión un vídeo de la plataforma Neos que anima a celebrar con orgullo el 12 de octubre; en concreto, con el orgullo de que tú también eres facha. Porque -según explica el vídeo- si hablar bien de nuestra historia o estar orgulloso de nuestra lengua te convierte en facha, entonces lo que uno debe hacer es reivindicarse como facha. La operación es de primero de guerra cultural: un término despectivo es satirizado, reapropiado y, finalmente, neutralizado. No es muy distinto de lo que se vio en algunas actuaciones del reciente festival de Vox. En las nuevas derechas hay una conciencia cada vez más clara de qué es lo que dicen las izquierdas / los progres / los woke, y una firme determinación de llevarles la contraria.

El caso es que hay una diferencia sustancial entre reivindicar algo pese a que moleste al adversario y reivindicarlo porque molesta al adversario. No es lo mismo hablar de la Reconquista o del Imperio porque nos fascinen su complejidad y su trascendencia históricas que hacerlo porque resulta útil en la guerra cultural. De la misma manera que no es lo mismo ser liberal, conservador o tradicionalista que ser antiprogre. La línea que separa lo uno de lo otro puede ser fina, pero existe, y las nuevas derechas contraculturales parecen cruzarla cada vez con mayor facilidad.

Se dice que esta actitud es liberadora, pero no deja de asumir un papel secundario -es más: subordinado- en el debate público. Se renuncia a proponer; sencillamente se responde. Y hay algo estéril, cultural y políticamente, en ese colocarse siempre a la defensiva. Si algo nos parece verdaderamente valioso, lo lógico sería reivindicarlo por sí mismo, e incluso intentar salvarlo de las fugaces polémicas de nuestro tiempo. Una de las muchas deformaciones que produce la guerra cultural es que los adversarios se acaban pareciendo; y no parece muy prometedor que la respuesta al que rabien los fachas sea un que rabien los progres. La extraordinaria riqueza de la cultura y la historia españolas merece algo más.