Gather round, all you clowns

Let me hear you say…

The Beatles

 

– Pues nada, que ahí estaba, con la cabeza apoyada en las manos, así, y con la silla como vuelta hacia un lado, pero no hacia el lado de la estantería ni al de la ventana, sino hacia el lado donde no tiene nada, ¿sabes?

– O sea, mirando hacia la pared.

-Sí, pero no es que estuviera mirando la pared. No miraba nada. No sé. Estaba como encogido, como un niño.

-¿Se chupaba el dedo también?

-Ya sé que no lo estoy describiendo bien pero es que ha sido muy raro de ver.

-¿Te dijo algo?

-Nada, si en realidad todo sucedió muy deprisa, me preguntó que qué pasaba y le dije que ya tenía los resultados del último EGM y me dijo que muy bien, que los dejara sobre la mesa, y lo hice y me fui.

-A lo mejor es que estaba cansado y ya está.

-Puede, pero cuando está cansado suele ponerse de mal humor, grita y da órdenes y pregunta un montón de cosas. Esto era distinto.

 

*

 

-¿Has leído lo que saca el Diez Minutos?

-No, no suelo leer porquerías.

-Pues deberías, sacan algo del jefe.

-¿Qué jefe?

-¿Cuál va a ser? Manuel.

-Anda. ¿Y qué dicen?

-Mira el titular: “¿ha cambiado Sara de canal?”.

-Caray. Pobre tipo.

– Ya. Menos mal que, para lo que él hace, basta poner el piloto automático y leer en voz alta…

 

*

-¿Has visto a Manuel últimamente?

-No, ¿por?

-Está raro. Tristón.

-¿Tristón en qué sentido?

-Pues en qué sentido va a ser, tristón, con los párpados caídos, con arrugas en el entrecejo, con la voz como arrastrada… tristón, vamos.

-Pero ¿contigo, o delante de todo el mundo?

-Delante de todo el mundo.

-Ostras.

-Sí. En realidad yo no me había dado cuenta, me lo comentó Pablo, que cené ayer con él. Y hoy a la hora de la comida me fijé que era verdad.

-¿Y por qué crees que es? ¿Se habrá enterado de lo de Sara y…?

-No lo sé, no lo sé. Nunca he tenido claro cuánto sabía y cuánto no.

-Ya. Yo tampoco.

-¿Gemma y ella no son amigas?

-Sí, pero Sara en esto siempre ha sido discretísima. Bueno, como para no serlo, seguro que a su línea de teléfono le empieza a faltar espacio para tantos pinchos…

-Ya.

-¿Me dices esto porque quieres que hablemos con él?

-No, qué va. Manuel y yo no somos tan amigos. Lo decía por comentar.

 

*

-Pero este tío, ¿por qué habla tan bajo?

-Ya, te iba a decir lo mismo. Casi no se le ha entendido la última frase.

-A ver, voy a subirle el volumen.

 

*

-Oye Andrea, ¿tienes un minuto?

-Sí, claro. ¿Qué pasa?

-Tú maquillas a Manuel, ¿verdad?

-Sí, claro. Bueno, no siempre, pero casi todos los días.

-Vale. Y ¿le has cambiado algo de lo que le haces últimamente?

-¿Cómo que si le he cambiado algo?

-Sí, no sé, que si ahora le pones menos fundación o… bueno, tú me entiendes, que si lo que sea que le pones en la cara ahora es distinto de lo que le ponías antes.

-No, qué va. Hago lo mismo que llevo haciéndole… pues cuatro años ya.

-Vale. Eso me temía.

-¿Por qué lo preguntas?

– Mmm, a ver cómo lo digo. ¿Tú podrías hacer algo para que no saliese triste?

-¿Triste?

-Sí, triste.

-Hombre, jefe, yo puedo esconder arrugas, granos, moretones… pero la tristeza ya son palabras mayores.

-No sabes cuánta razón tienes.

 

*

-¿Son las tres ya?

-Sí, ¿y?

-Dame el mando un momento, que quiero ver algo.

 

*

-¿Qué haces?

-Nada, que quiero ver si es cierto algo que me han dicho en el trabajo.

 

*

-Mira, claro que se nota, si te lo decía yo.

*

-Por favor, quita eso ya, que ese  hombre me deprime.

*

-Nena, ¡es que es mejor que el culebrón que ponen después!

-¡Jajajaja!

-¡De verdad que nunca he estado tan al tanto de la actualidad!

-¡Jajajaja!

 

*

-Oye, Ricardo, yo creo que ya basta de esto. Hay que hacer algo sobre lo de Manuel.

-Hombre, Luis, que el pobre está pasando lo que está pasando…

-Lo sé, pero da igual. Hoy he comido con los de Iberdrola y me han dado a entender que si no hacemos algo puede que recorten el patrocinio…

-Qué barbaridad.

– Es mucha pasta, Ricardo.

– Vale, pero ¿no crees que exageran? Si acaso, parece que la semana pasada subió la audiencia… la gente siente curiosidad por verlo por sí misma…

-Sí, pero nadie quiere que su publicidad de soles y veleros y cacharritos eólicos venga presentada por un tristón.

-Hombre, Luis, tampoco es para tanto…

-Que sí, coño; pero si mi mujer dice que ya no sabe si llora por culpa de la cebolla o por verle el careto a Manuel. El caso: ¿tú tienes confianza con él como para decirle algo?

-Pues creo que no, Luis… bueno, a lo mejor sí… quizá si empiezo diciéndole que he leído lo que salió en el Diez Minutos…

-Vale, pues que sea lo antes posible. Ofrécele un bote de antidepresivos o una noche salvaje con chicas rusas, pero que hable contigo.

 

*

-Una última cosa, Andrés.

-Usted dirá, majestad.

-Lo de la princesita triste, ¿nos tiene que preocupar?

-¿El qué? ¿La princesita? ¿Es que su hijo le ha dicho al–?

-No, joder, era un chiste. Me refiero a Manuel.

-¡Ah! Perdón. Pues salió algo en el Diez Minutos y esta semana lo han mencionado un par de veces en los programas del corazón, pero por supuesto en ningún momento se ha aludido a usted.

-Ya. La cuestión es si a ese pobre diablo se le va la cabeza y dice algo en directo.

-Me sorprendería mucho, majestad. Que está al tanto de esos rumores que circulan por ahí no lo pongo en duda. Pero por lo que sé, él no es un cabraloca, más bien es un poco alienígena. Ausente, callado. Como todos los que se dedican a eso durante el tiempo suficiente.

-Ya. Pero de todas formas a lo mejor deberías hablar con Luis. Decirle que es mejor estar tranquilos… esas cosas.

-Muy bien. Lo suelo ver en el palco del Madrid, así que este sábado o el siguiente se lo comentaré. ¿Algo más?

[Continuará.]