Pureza, la última novela del estadounidense Jonathan Franzen, es un tocho de 600 páginas que reafirma la ambición de su autor de ser el “gran novelista americano” de nuestra época. Tras un megalanzamiento a nivel mundial, la obra ha generado una cierta división de opiniones. Para los más críticos, esta novela sobre una joven que busca a su verdadero padre confirma la decadencia de Franzen y su incapacidad de mantener el nivel de tensión y brillantez de anteriores éxitos como Las correcciones. A pesar de lo cual me pregunto si, entre los centenares de miles de documentos que habrán tenido que revisar los periodistas que han destapado los llamados papeles de Panamá, no debería haber un hueco para el medio millar de páginas de Franzen.

Pureza, efectivamente, señala algunos de los aspectos que nos pueden resultar gratos acerca de la filtración masiva de nombres de políticos, empresarios y artistas vinculados a empresas offshore y también algunas de las limitaciones de este tipo de leaks propios de nuestra era digital. La pregunta principal que se hace Pureza es si, efectivamente, la verdad nos puede hacer libres; y en el fondo no es distinta la pregunta que nos hacen los papeles de Panamá. [Seguir leyendo.]