Se suele acusar a las obras de ficción política de ser poco creíbles. Es lo que sucedió con La conjura contra América, de Philip Roth, o Sumisión, de Michel Houellebecq; novelas que, para poder desarrollar su premisa central –que un filofascista se hiciera con el poder en EE.UU. en los años 40, y que Francia eligiese a un presidente islamista en 2022-, deben presentarnos primero una larga cadena de acontecimientos que conduciría a lo que habíamos considerado imposible.
Esa cadena es un blanco fácil para el escéptico: “Vale que A podría suceder, pero eso no tendría por qué llevar a B y sería mucha mala suerte que coincidiese con C o que desembocara en D”. Es decir: no pensamos que estas obras sean increíbles porque A, B, C o D lo sean de forma aislada, sino porque nunca podrían darse todas al mismo tiempo. Jamás se produciría una tormenta perfecta de tal magnitud.
Y sin embargo aquí estamos, con un panorama internacional que estará dominado a corto, medio y quién sabe si largo plazo por el resultado de dos tormentas perfectas. [Seguir leyendo.]