Es una de las palabras del día. La exhumación de Franco pone fin a una anomalía democrática, lo del Valle era una anomalía que se debía corregir, hemos vivido cuarenta años de anomalía, etc. La idea de que la sepultura del dictador es algo anómalo, algo que no sucedería en ningún otro país, se ha convertido en el gran mantra para justificar su exhumación. El problema es que se trata de un argumento falaz, cuyo éxito apunta a cuestiones más amplias. Porque no se trata solo del debate sobre Franco: en la España de 2019 no hay mejor argumento de autoridad que el de que algo es bueno porque es normal en países de nuestro entorno.

Señalar normalidades y anomalías siempre es un poco tramposo. En primer lugar, porque se suele sostener en comparaciones parciales e interesadas. Uno decide con qué países y en qué temas hacer la comparación para que le dé el resultado que quiere obtener. En políticas de memoria, postulamos que la normalidad es lo que se hace en Italia o Alemania y no lo que se hace en Inglaterra -esa estatua de Cromwell ante el Parlamento-. O que las diferencias de origen, naturaleza, efectos y duración entre el régimen franquista y los de Hitler y Mussolini importan menos que sus similitudes. O que un monumento a un dictador del siglo XX es una anomalía democrática pero no lo son las calles con nombre de espadones del XIX, o las estatuas de monarcas absolutos. Bajo comparaciones supuestamente objetivas se esconden criterios que, como mínimo, convendría aclarar. Pero, sobre todo, el argumento es tramposo porque infantiliza el debate. La pregunta que deberíamos plantear no es qué opción es la normal, sino cuál es más deseable. Se puede debatir si la política de memoria de la Transición fue más deseable que otras alternativas posibles. Se puede tener un debate serio sobre si la exhumación de Franco es deseable por estas razones, o no es deseable por estas otras. Pero decir que solo hay una solución normal y que las demás son anómalas -y, por ello, necesariamente malas- es rebajar el debate al nivel de un patio de instituto… [Seguir leyendo en El Mundo.]