Decir que la nostalgia es una de las emociones fundamentales de la política contemporánea ya es un lugar común. No hay ni que apoyar la afirmación en citas de filósofos búlgaros o de pensadores ingleses; nos basta con poner el telediario. Desde el «Make America Great Again» hasta el procés o el recuerdo de los “Treinta Gloriosos”, millones de personas se están movilizando en base a pasados lejanos e idealizados, presuntamente mejores que el marasmo del presente. Pero esta visibilidad de las grandes nostalgias hace que pasen inadvertidas otras más modestas que también desempeñan un papel en nuestro debate público. Micronostalgias, en fin, como las que estructuran los proyectos del PP y del PSOE.