(Publicado en El Mundo el 23 de diciembre de 2021: https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2021/12/23/61c3416ee4d4d8de288b457c.html)
El fantasma más temible del Cuento de Navidad de Dickens no es el de las Navidades Pasadas. Tampoco es el de las Navidades Presentes, por mucho que el autor cargara las tintas de la denuncia social acompañándolo de dos niños llamados Ignorancia y Necesidad. El fantasma más terrorífico es, sin duda, el de las Navidades Venideras. Y lo es porque en ellas aguarda la muerte; o, más bien, la ausencia que deja tras de sí la muerte. Las visiones que este espectro muestra al avaro Scrooge remiten a dos defunciones: la suya y la del hijo enfermo de su ayudante, el pequeño Tim. Esta última es la verdadera tragedia que sobrevuela la obra, como muestra la angustia del propio Scrooge al percibir el estado del niño: «Espíritu -dice-, dime si el pequeño Tim vivirá». «Veo un sitio vacío en el pobre rincón de la chimenea -responde el fantasma- y una muleta sin dueño guardada con todo el cuidado y cariño».
Sería fácil extraer una moraleja del cuento de Dickens para estas segundas Navidades pandémicas. Sería una buena palanca para enfatizar los «cuídense», «extremen las precauciones», etc. Porque la obra establece una relación directa entre lo que decidamos hacer hoy y lo que acontecerá mañana. Aunque la trama gire alrededor de la irrupción indeseada de unos seres sobrenaturales y la falta de control del protagonista sobre ellos, el mensaje final subraya la responsabilidad que tenemos sobre nuestro destino y el de quienes nos rodean. «Si estas sombras no cambian en el futuro -avisa el fantasma de las Navidades Presentes- el niño morirá». Pero el caso es que, más que la lectura moralizante, me interesa la angustia profunda que anida en esta historia: ese miedo a unas Navidades futuras en las que algún ser querido ya no esté. Se trata de una inquietud atávica que, por desgracia, también habla de nuestro presente. Porque para las familias de fallecidos por el covid -así como por sus estragos colaterales- la pérdida ya se ha producido. Para decenas de miles de personas, estas ya son las Navidades Venideras. Creo que en algún momento perdimos de vista esta dimensión de la pandemia, su estela de duelo y ausencia. No es ni extraño ni reprochable; seguramente tiene más utilidad social hablar de restricciones, mascarillas, test y vacunación. Pero, puestos a pensar en el prójimo, no habría que olvidar a los que sentirán que todo eso es algo muy pequeño, muy lejano. Un recordatorio de Navidades pasadas, ahora que las venideras ya están aquí.