Columna publicada en El Mundo el 9 de febrero de 2023 (https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2023/02/09/63e3a528fdddff1f9c8b4570.html)

Uno no suele sentir el peso de la historia mientras corrige trabajos de estudiantes. Pero el cierre del primer semestre de 2022-23 ha coincidido con la publicación de varios artículos sobre ChatGPT, la herramienta de inteligencia artificial que puede elaborar textos de gran complejidad. Al ponerme a corregir ya era consciente, por tanto, de la alarma que cunde en universidades de todo el mundo ante la posibilidad de que los profesores seamos incapaces de averiguar si un estudiante ha recurrido o no a este programa para hacer sus tareas. Así que corregí los últimos trabajos con la sensación de que eran, verdaderamente, los últimos.

Doy por hecho que, con el tiempo, el sistema educativo se adaptará a la inteligencia artificial. Se desarrollarán nuevos programas antiplagio y diseñaremos nuevas pruebas -o insistiremos en las antiguas: examen con hoja y boli-. El problema es cuánto tardaremos en llegar a ese punto y cuánto se devaluará mientras tanto nuestro sistema de notas y títulos. Stephen Marche puso el dedo en la llaga cuando estimó que las universidades tardarían diez años en enfrentarse al asunto: «Dos para que los estudiantes aprendan a usar el programa, tres para que los profesores se den cuenta y cinco más para que los gestores universitarios decidan qué hacer al respecto».

Marche subestimó a alumnos y a docentes: algunos amigos con sobrinos en edad universitaria me confirman que estos ya están haciendo sus trabajos con la nueva herramienta. Y los profesores no tardaremos en percibir que algo huele a podrido en nuestra particular Dinamarca. En lo que quizá se quedó corto Marche es en el tiempo de reacción de los gestores. No parece que nuestro Ministerio de Universidades, por ejemplo, vaya a tomar la iniciativa ante el desafío al que se enfrenta nuestro sistema de evaluación (que es, recordemos, la base sobre la que se conceden los títulos). Y no es un problema menor, dado que una amplísima gama de asignaturas, sobre todo en ciencias sociales y humanidades, basan un porcentaje considerable de su nota en trabajos escritos. Esto por no hablar de los Trabajos de Fin de Grado o de Fin de Máster. Por desgracia, y como ocurre con tantos problemas de nuestro sistema educativo, parece que la opción preferente será mirar para otro lado el tiempo que se pueda.