No hace mucho de aquello. España se deslizaba hacia la repetición electoral y un coro de analistas repetía la misma consigna: ahora que Ciudadanos se ha derechizado, el PSOE va a ocupar el centro. Era un análisis irresistible en su simpleza, muy propio de esa topografía del CIS que se hace pasar en nuestro tiempo por ciencia política. También era una lectura llamativa por cuanto se parecía mucho a los mensajes de campaña de Moncloa, esos que vendían la imagen de un PSOE centrado y escrupulosamente constitucionalista. El caso es que, desde la noche electoral, no ha habido un solo día que no haya refutado aquella interpretación. Del abrazo de Sánchez e Iglesias 48 horas después de las elecciones al chocar de manos de Adriana Lastra e Irene Montero en el Congreso -felicitándose por haber aumentado su peso en la mesa, inclusión de Vox y exclusión de Cs mediante-, pasando por las fotos de Ábalos en solícita interlocución con los responsables de un asalto a la legalidad constitucional, todo lo ocurrido en estas semanas demuestra que los socialistas nunca quisieron ocupar el centro; solo buscaron destruirlo. La desaparición de Ciudadanos de la mesa del Congreso el mismo día del comunicado conjunto PSOE-ERC resume el gran logro político de Sánchez: crear un escenario de acuerdo entre socialistas, Podemos e independentistas que se pueda vender como inevitable ante los cuatro o cinco inadaptados que aún sobrevivan en su partido y en los medios afines. Esos a los que aún pueda quedarles algún escrúpulo escondido entre los cojines del sofá.
Pero precisemos: la destrucción del centro en España no se reduce a la polarización del Congreso y la debacle de Ciudadanos… [Seguir leyendo en El Mundo.]