Hay muchas formas de asomarse a la Historia. La más rigurosa es la que ve esto como un ejercicio intelectual, un trabajo de descubrimiento y explicación. Pero esto solo satisface la sed de conocimiento. Quienes buscan emociones más fuertes deben optar por otras vías. El presidente mexicano, López Obrador, ha elegido una de ellas: asomarse a la Historia desde una perspectiva moral contemporánea. De ahí su petición de disculpas a España por violar en 1519 la Declaración de Derechos Humanos aprobada en 1948. El problema es que esta perspectiva reduce el pasado a un mar de dolor, ignorancia, explotación y violencia. Ya lo señaló Schiller: la Historia del mundo es el tribunal del mundo. Echar nuestras redes sobre algunos cuadrantes de ese océano nos permite comprender las posibilidades del homo sapiens, o reflexionar sobre cómo recordamos ciertos episodios de nuestra historia. Pero aislar esos cuadrantes y dibujar toscas herencias culpables nos condena a la arbitrariedad. El presentismo de López Obrador es falaz por incompleto. Por ejemplo: ¿no debería pedir perdón a las mujeres mexicanas, en nombre de los hombres mexicanos, por la violación de sus derechos humanos a lo largo de los siglos?

Pero es fácil criticar a alguien tan lejano. Más urgente parece extender la pedagogía sobre los malos usos de la Historia a la explotación del término fascista en nuestro discurso político. No es una novedad, claro, pero el auge de Vox ha disparado el fenómeno. Aquí no se proyectan categorías del presente hacia el pasado sino que se arranca un término del pasado para incrustarlo en el presente. Sin embargo, la operación es la misma: violentar la Historia para conseguir votos. Eso hacía Adriana Lastra el lunes al declarar que «tenemos el fascismo a las puertas del Congreso». El problema es que si un partido que predica el respeto al Estado de derecho liberal es fascista, entonces los años 20, 30 y 40 del siglo pasado resultan directamente incomprensibles. Lo mismo que una conquista de México concebida como un asalto del Estado español al mexicano. Porque se puede estar en desacuerdo con el programa de Abascal y a la vez señalar que éste tiene tanto de fascista como Hernán Cortés. Y mal vamos si la única herramienta intelectual del PSOE para atacar a Vox es la distorsión histórica. Ya puestos… [Seguir leyendo en El Mundo.]