Reseña de Cambridge en mitad de la noche, por Luis Castellvi Laukamp

«David Jiménez Torres ha escrito la primera novela española sobre Cambridge, una obra centrada en el desarrollo intelectual de cuatro estudiantes cuyas vidas se cruzan en esta universidad. Desde que Goethe publicara Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795-1796), han aparecido muchas novelas de formación (Bildungsromane), especialmente en las letras anglogermánicas. Es difícil innovar en el género, pero Cambridge en mitad de la noche no contiene lugares comunes. Sus 167 páginas son todo significante, como hubiera dicho Gracián. Es de agradecer, pues los medios no salen de los tópicos al representar las universidades británicas de élite: cenas Harry Potter, regatas Cambridge-Oxford, togas y bicicletas… Por el contrario, el autor – que se doctoró en Cambridge – ofrece una visión alejada de postales. Las idiosincrasias aparecen, pero vividas desde dentro. Como se afirma en la propia novela: “Es cuando uno rasga el velo de las expectativas, cuando abandona la actitud del turista”, cuando comienza lo interesante.

La formación de los personajes constituye no solo un elemento temático de la Bildungsroman, sino también poético. Cambridge en mitad de la noche es una novela de ambientes e ideas. El autor detiene la trama cuando la ocasión lo merece. Maneja con destreza los tiempos. Su prosa tiene textura poética. Y no es solo porque El puente (1930) de Hart Crane sea un leitmotiv de la obra. Metáforas brillantes extraen belleza de los rincones más insospechados, desde una estrecha calle (“se estira hacia el río como una cuerda rendida y vieja”) hasta una silueta reflejada en las aguas “como una estatua que flotase hacia su desaparición”. En su ensayo Ideas sobre la novela (1925), Ortega y Gasset sostiene que el objetivo principal del género es “describir una atmósfera”. Eso hace Jiménez Torres: retratar la atmósfera cantabrigense e invitarnos a su contemplación.

La estructura de la novela contribuye al equilibrio orteguiano entre acción y contemplación. Hay cambios de perspectivas y temporalidades, pero la trama coral está bien ensamblada y fluye como el río Cam, que cruza la ciudad universitaria. Escenas retrospectivas cuentan el pasado de los personajes y permiten comprender su presente. Todo es verosímil y evidencia un conocimiento de primera mano de los escenarios: Nueva Jersey, Ciudad de México, Londres, Madrid. El autor construye a sus protagonistas (Beth, Germán, Jane y Alejandro) con esmero y afecto. El lector se involucra y acaba preocupado por sus trayectorias, pues no hay título académico que garantice un futuro profesional.

Aunque los jóvenes quieren cambiar el mundo, el mundo los transforma a ellos. Intentan gobernar su destino, pero no pueden controlar el azar. Este décalage provoca la angustia existencial definidora de la Bildungsroman. En este marco, la novela retrata con precisión el impacto psicológico de la precariedad. Por sus páginas desfilan miembros del “proletariado intelectual”, doctores treintañeros que van de beca en beca esperando a Godot (trabajo fijo). El humor les ayuda a sobrellevar sus miserias. Jiménez Torres maneja diversos registros al respecto: de las tronchantes obscenidades de pub o equipo de remo a la ironía sobre la alambicada jerga académica. Varias escenas provocan carcajadas: relaciones a distancia con malentendidos por Skype, esa versión posmoderna del balcón de Romeo y Julieta; envidias entre compañeros de departamento que estallan en un puesto de kebabs. Son válvulas de escape ante los dramas de los personajes: soledad, frustraciones, incomunicación…

Si se limitara a combinar los ingredientes anteriores, Cambridge en mitad de la noche sería una obra notable. No obstante, la tragedia del atentado yihadista en Londres dota a esta novela de una especial relevancia. En una época en la que prevalece lo banal, es necesario que la literatura trate cuestiones de fondo. Siguiendo la estela de Patria (2016) de Fernando Aramburu, el autor aborda el tema del terrorismo con nitidez moral y máximo respeto a las víctimas. En este sentido, emociona el homenaje a Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín que falleció al enfrentarse a los terroristas para salvar vidas ajenas.

En su prólogo a Wilhelm Meister (2008), Miguel Salmerón sostiene que el desenlace de una Bildungsroman solo puede ser fragmentario, pues “la formación integral del individuo se revela como un ideal imposible”. Jiménez Torres da una vuelta de tuerca a esta evidencia. No solo el conocimiento es precario. También lo es la vida. Por ello, la fragmentariedad del último capítulo refleja el caos tras el horror: las dificultades para identificar los cadáveres; la angustia de amigos y familiares; las hipótesis desconcertadas sobre el porqué de lo ocurrido.

En definitiva, la novela está sólidamente asentada en su tiempo. Otros asuntos importantes de la última década (crisis económica, reacciones tras los recortes, auge del populismo) forman parte del trasfondo. Aquí se advierte la madurez del Jiménez Torres columnista, acostumbrado a reflexionar sobre el mundo de hoy y del futuro inmediato. Dada la amplitud y hondura de sus inquietudes, Cambridge en mitad de la noche combina lo mejor del periodismo y de la universidad.

En consecuencia, el desarrollo intelectual de los personajes promueve la formación del lector…» [Seguir leyendo en el número 57 de la Revista Guaraguao, o en la web de Club Tocqueville.]