[Publicado en El Mundo el 20 de febrero de 2020]

Hace cuatro años, una efeméride literaria se convirtió en una nueva demostración de nuestra inferioridad nacional. Quizá lo recuerden: fue a propósito del cuarto centenario del fallecimiento de Cervantes y Shakespeare, y nuestra esfera pública se llenó de comparaciones quejumbrosas entre la presunta magnificencia de las celebraciones británicas para conmemorar al autor de Hamlet, y la pobreza y desgana de las que se habían organizado aquí para honrar al autor del Quijote. Repasen lo publicado aquellos días y encontrarán diatribas contra la incultura patria, la indigencia intelectual de nuestras élites, la anomalía española entre las grandes naciones literarias de Occidente. Qué se puede esperar de un país -venía a decir ese mismo país- que no sabe honrar a sus clásicos como Dios manda.

Todo aquello suponía un nuevo capítulo de los usos de Reino Unido o Francia como presuntos estándares de normalidad que demostrarían la decadencia o anomalía españolas. Una vez más se caía en la trampa de confundir lo normal con lo deseable. Pero no interesa tanto volver ahora sobre los puntos ciegos de aquella polémica, sino tenerla presente al comentar el centenario de Benito Pérez Galdós que se celebra en este 2020. Esta vez la efeméride no coincide con la de otro gran autor extranjero, y quizá por eso escasean las valoraciones sobre qué dice acerca de nosotros como nación. Echemos, sin embargo, un vistazo panorámico. La ciudad de Madrid está actualmente llena de carteles que recuerdan el centenario y animan a consultar el programa organizado al efecto: charlas, talleres, rutas galdosianas por la ciudad y hasta un voluntarioso evento gastroliterario. Habrá actividades parecidas en otras ciudades como Las Palmas de Gran Canaria o Santander. Instituciones públicas como la Biblioteca Nacional o la RAE han organizado grandes exposiciones y mesas redondas. Medios privados -desde cadenas de radio a confidenciales digitales, pasando por revistas y suplementos literarios- han dedicado contenidos al asunto; grandes editoriales están reeditando obras y publicando nuevas biografías del gran novelista de nuestro XIX. Incluso estamos asistiendo a una encendida polémica acerca de la talla literaria de Galdós y su vigencia actual, en la que ya han terciado escritores de éxito, críticos prestigiosos y nutridas falanges de comentaristas en redes sociales. Cualquiera diría que nos estamos comportando como el país que siempre decimos que nos gustaría ser.