Germán Gullón (Santander, 1945) es un testigo privilegiado de la evolución (o no) de la imagen de España en el extranjero. Se doctoró en Texas en los años 70 y, en paralelo a su carrera como crítico literario y escritor, ha sido catedrático de literatura española en algunas de las principales universidades de EEUU y de Holanda. Ahora prepara junto a la escritora Marta Sanz la exposición Benito Pérez Galdós: La verdad humana, que conmemorará en la Biblioteca Nacional el centenario del gran autor del XIX español. Nos recibe al poco de conocerse la sentencia del juicio a los líderes del procés; pero lo primero es lo primero.

El 1 de noviembre abrís una gran exposición sobre Galdós. ¿Qué aspectos de su figura queréis destacar en este centenario?
Queremos dar una visión más amplia que solamente la de Galdós como un novelista. También fue un periodista estupendo, un autor de teatro importantísimo y hasta diputado… Creo que fue el primer intelectual en España que tuvo una influencia enorme en el resto de la sociedad. A veces se le presenta como un tímido, y efectivamente, a diferencia de Unamuno, que siempre tuvo una gran tendencia a presentarse en público, Galdós era un hombre reservado que prefería escribir sus opiniones. Pero Galdós miraba al conjunto de la sociedad y no solo a los intelectuales o la clase media. Cuando hablaba de los problemas que tenía España no los trataba como si fueran problemas de otros, ajenos a él como intelectual. Valle-Inclán o Unamuno miraban a la masa y decían «esos no somos nosotros». Galdós es totalmente lo contrario. Estaba con todo el mundo, siempre se sintió completamente español.
¿Cuál crees que es su lugar en la literatura española?
Para mí las tres grandes figuras de la literatura española son Cervantes, Galdós y Juan Ramón Jiménez. Galdós recoge el humanismo de Cervantes y lo lleva al hombre corriente del siglo XIX: al empleado de una tienda, al médico, el impresor… todos son iguales. Y también consigue crear una realidad laica: en su obra el valor del hombre no viene de arriba, viene de lo que nosotros hacemos. El realismo de Galdós es la representación de una sociedad en la que el hombre lucha por regir sus propios destinos. Y lo hace de manera extraordinaria; nos dejó un espejo donde mirarnos.
Ya que hablamos del canon literario, ¿crees que se puede hablar de una verdadera literatura nacional española? A veces parece, mirando planes de estudio o programaciones culturales, que tenemos una literatura separada en compartimentos estancos dependiendo de la lengua o la región en la que fue escrita.
Junto a la literatura en español cabe la literatura en otros idiomas, y esta se debe enseñar. Pero se debe enseñar dentro de un marco cultural mucho más amplio, en el que lo mismo cabe un pintor de Madrid que uno de Barcelona, y caben rasgos tanto catalanes como extremeños. Todo esto forma parte de nuestra cultura. Luego puedes adjetivarlo, pero yo no acabo de entender las fronteras nacionalistas. No entiendo cómo podemos ir a este estrechamiento de la cultura cuando el humanismo de Cervantes ya amanecía en Dante, y cuando es muy difícil que concibamos el mundo sin los sonetos de Shakespeare. Creo que ese deseo de llevarlo todo a algo tan decimonónico como es unir a la persona con la tierra, y no con la mente o con la cultura, es algo que acabará pasando. También creo que el cometido de quienes trabajamos en la cultura es recordar siempre el marco amplio: tanto el español como el europeo.
Es habitual hablar de los males de la universidad española. A la luz de tu experiencia en otros países, ¿cómo ves nuestro sistema universitario? ¿Qué cambios habría que hacer?
Hace décadas que nuestro sistema universitario, al igual que el resto del Estado, necesita una reforma administrativa. La universidad española está provincializada: alguien que es profesor en Madrid es mejor que ni sueñe en irse de profesor a Barcelona o a Granada, y viceversa. Las oposiciones no han funcionado, muchos de los mejores no llegan a ninguna parte. También habría que separar a las universidades en tres tipos: universidades de investigación, universidades de docencia y luego pequeñas universidades prácticas para formación profesional; en esto las universidades online pueden aportar mucho. En cualquier caso, las reformas son urgentes, pero con estos gobiernos débiles o en funciones cada vez las retrasamos más.
A lo largo de este 2019 se han conmemorado los 80 años del comienzo del exilio republicano. Tu padre (el también crítico Ricardo Gullón) y tú tratasteis a muchas figuras de aquel exilio, sobre todo a los que acabaron en universidades de Estados Unidos. ¿Qué recuerdas de ellos?
El mundo del exilio estaba pobladísimo de gente y de ideas. Aquellos españoles hispanistas, desde Américo Castro hasta Eugenio Granell, crearon un ambiente extraordinario. Cuando nos reuníamos y hablaban de Machado, o de este o del otro, era como si estuvieran ahí. Lo que para mí eran libros para ellos era su vida, hasta que yo también empecé a vivir la literatura española de otra manera. Recuerdo sobre todo a Francisco Ayala: yo no había oído nunca a alguien hablar con aquella libertad. Eso era la España democrática, eso no existía en la España en la que yo había crecido. Se notaba en ellos el legado de Giner de los Ríos y de la Institución Libre de Enseñanza, había mucha armonía en el trato y una enorme red de apoyo y de coincidencias. No los recuerdo especialmente frustrados o llenos de ira, aunque a algunos les había ido mucho mejor que a otros. Pero claro que donde querían estar era en España.
¿Cómo vivieron la Transición? ¿Se pudo reintegrar aquel mundo en la España democrática?
Una parte del exilio fue aceptada y otra no. En cultura sucedió lo mismo que en la política: quienes llegaron al poder no fueron los socialistas que habían estado exiliados en Francia, sino Felipe González. También Max Aub dio fe en sus memorias de la decepción al volver a España y sentir que él ya no tenía cabida. Se vuelve a México entristecido porque se da cuenta de que ya hay otros reyezuelos. Podían convertirse en referentes pero lejanos, no fueran a ser competencia. Ayala volvió y se convirtió en un icono, pero pocos más.
¿Cómo ha cambiado el hispanismo desde entonces? ¿Crees que ha contribuido a desmontar estereotipos acerca de España?
El exilio había supuesto una ofensiva contra la imagen folclórica de España que había dominado durante el XIX. Con la guerra, España adquiere un estatus que no es el folclore, sino el de una cultura que sangra, en la que están Unamuno, Lorca… todo esto interesaba y suponía una imagen nueva, que es la que reivindican nuestros exiliados y la que reciben los hispanistas a los que educan. Estos escribieron libros muy importantes sobre la cultura española y lograron que Machado, Lorca, Buñuel o Juan Ramón Jiménez fueran nombres conocidos en la cultura universitaria de EEUU. Luego viene otra generación en la que lo español empieza a perder fuerza frente a lo hispanoamericano. El hispanismo dedicado a la cultura española se fue convirtiendo en un reducto muy pequeño. Su contribución a desmontar estereotipos hoy es nula. Hay individualidades importantes, como John Elliott en Reino Unido, pero pocos casos más. También ha venido una generación que aplica a la lectura de la literatura española sus propios valores sociológicos, los problemas de ahora en su sociedad. Yo me quedé muy chocado cuando empecé a leer en EEUU críticas a Galdós desde el feminismo. Es evidente que ha habido y hay un problema de discriminación contra la mujer, pero de ahí a llevar al extremo teorías como las de Judith Butler y aplicarlas mecánicamente… lees estudios que dices: ¿pero esto es sobre Galdós, o es sobre tu problema en la universidad de Kansas en 2019?
¿Cuál es tu impresión de cómo se ha visto en el extranjero el proceso separatista en Cataluña? ¿Qué papel ha desempeñado el hispanismo?
De nuevo, pese a algunas individualidades, mi impresión es muy negativa. Me sorprendió leer un artículo escrito por un hispanista norteamericano que argumentaba a favor de los independentistas y decía que en España poco menos que seguía gobernando Franco. Y lo dijo en una de las mejores revistas intelectuales que hay en EEUU, The Nation. Incluso un periódico estupendo como el Guardian filtra todo a través de un corresponsal que parece tener las mismas ideas sobre España que tenían los ingleses del siglo XVIII. Por lo general, la prensa norteamericana y europea ha estado en contra de España. Por no hablar de las decisiones de aquel tribunal alemán, o de que un país europeo como Bélgica acoja a un huido de la justicia española. Esto demuestra que en Europa hay algo que no funciona, y también da fe de la debilidad de nuestra diplomacia. Porque la política cultural española es muy deficiente en la defensa de nuestra cultura común. Salvo algunas excepciones, el diplomático español es embajador de la política española pero no de la cultura española. Se puede decir algo parecido del Instituto Cervantes, que tiene una misión estupenda pero que no se cumple: enseñamos muy bien la lengua, hacemos muchos actos culturales, pero no hay una defensa de lo español. Esto se debe hacer, como lo hacen los franceses o los alemanes.
Entonces, no crees que el problema venga solo de la política comunicativa de los gobiernos de Rajoy, sino que formaría parte de un problema más amplio.
Exacto. Yo me he pasado la vida escribiendo cartas a los directores del Guardian y de periódicos holandeses diciendo «esto está mal, vuestro corresponsal no tiene ni idea, yo le doy clases gratis…». Porque esto es un problema muy serio, un problema de todos, no solo de Rajoy. Quizá debemos acusarnos todos de no saber presentar nuestra grandeza. Desde el Lazarillo hasta Picasso, tenemos una cultura extraordinaria. No hay otra cultura en Europa que tenga esa extraordinaria visión del hombre, de nuestras profundidades, de nuestros lugares oscuros. Todo eso lo tenemos en nuestra literatura, en nuestra pintura, en nuestra música. Que luego políticamente no seamos capaces de atar un nudo es otra cuestión, pero intelectualmente hemos tenido hombres y mujeres que han sabido crear una plataforma común para que tú y yo podamos estar aquí dialogando sobre lo que nos pasa. Pero fuera no nos ven como esa cultura que ha sido capaz de entenderse a sí misma.
Tras la sentencia, ¿qué crees que debe suceder ahora en y con respecto a Cataluña? [Seguir leyendo en El Mundo.]