El término “Sanchezstein” ha hecho fortuna en las últimas semanas. Acuñado antes de la noche de los cuchillos largos de Ferraz, el chiste hacía referencia a dos aspectos del liderazgo de Pedro Sánchez: su presunto infantilismo político, que recordaría a un programa infantil de los años 70 (El monstruo de Sanchezstein), y su pretensión de zurcir un gobierno de partes disonantes, con Podemos y Ciudadanos o con Podemos y los independentistas.

En ambos casos, la alusión a Frankenstein se centraba en la imagen popular de aquel mito: el monstruo aparatoso y bobalicón ensamblado con partes provenientes de varios cuerpos distintos. Pero la novela original de Mary Shelley ofrece una lectura mucho más aplicable a la situación actual del Partido Socialista. [Seguir leyendo.]