Una mañana, tras un sueño intranquilo, el Reino Unido se despertó convertido en un monstruoso insecto.
Así podría comenzar una versión moderna de La metamorfosis, el maravilloso relato de Franz Kafka. Porque esa obra capta una de las grandes paradojas de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, ese proceso que recibió su ratificación oficial esta semana con el ominoso “no habrá vuelta atrás” (there can be no turning back) de Theresa May.
La sorpresa inicial de La metamorfosis es bien conocida: el joven Gregor Samsa se despierta un día transformado en una suerte de gran escarabajo o cucaracha. Pero igual de sorprendente es la naturalidad con la que todos los personajes asumen la lógica de la nueva situación. Tras la sorpresa inicial, Gregor comienza a preocuparse por sus reuniones de la mañana, por cómo sacar de la cama sus “patitas penosamente delgadas” y empezar a vestirse. La hermana se plantea cómo alimentar al bicho; la madre se pregunta si debe cambiar los muebles del cuarto; el padre revisa las finanzas familiares para ver cómo se mantendrán ahora que les va a faltar el sueldo del hijo.
La principal preocupación de todos, en fin, es qué hacer ahora, cómo salir adelante de una manera sensata y respetable. Nadie se pregunta qué demonios sucedió aquella noche en la que un chico normal se transformó en un insecto. Los propios lectores, sumergidos en los detalles de la trama (¿cómo se arrancará Gregor del caparazón la manzana que le tiró su padre, si sus patitas no alcanzan a tocarla?), olvidamos lo absurdo de aquella transformación inicial, la posibilidad de que haya sido causada por alguien en concreto o de que sea reversible.
Así nos mostraba Kafka que cada nueva situación, por insólita que resulte y por problemático que sea su desencadenante inicial, genera una lógica propia que nos acaba atrapando. Y esto es exactamente lo que ha sucedido con el brexit. [Seguir leyendo en El Español.]