Si estas elecciones se han ganado en el centro, eso significa que Carmen Calvo es el centro. O que lo es Meritxell Batet, la ministra que sostiene que no se puede imponer la Constitución a los secesionistas. O que lo es Adriana Lastra, quien se autoproclamaba en vísperas de las elecciones «más roja que mi chupa».

Convengamos, en fin, que hay razones para dudar de que este PSOE encarne el centro. El principal rasgo confesable del sanchismo ha sido su apuesta por llevar al PSOE a la izquierda, tanto en lo simbólico y programático como en la política de alianzas. Finalizar los mítines cantando La Internacional, normalizar los pactos con Podemos y los nacionalistas y hacer propias muchas de sus tesis -véase la política lingüística del PSOE en Baleares-. Y funcionó: Sánchez comprendió mejor que nadie la peculiar cultura política del simpatizante socialista. Otra cosa es que ese éxito corresponda a una estrategia de moderación.

Quizá lo que el PP ha perdido y el PSOE ha ocupado no ha sido el centro, sino el poder. Los últimos meses han mostrado la capacidad del Ejecutivo para influir en los temas y los marcos de nuestra conversación colectiva. El ideal de la esfera pública propuesto por Habermas, como un espacio entre la esfera privada y el poder político en el que este no podía influir, nunca ha sido una realidad histórica; tampoco en la España de 2019. Que tantas personas animaran a votar al PSOE difundiendo imágenes de El cuento de la criada, acompañadas del lema «Vota (ahora que puedes)», no da fe solamente de una limitada capacidad para el pensamiento crítico. Es cierto que el poder del Gobierno para definir percepciones no es ni mucho menos absoluto, y que los estrategas de los partidos deben moverse en el mundo tal y como es. Pero conviene que los ciudadanos mantengamos cierta distancia crítica: el centro no tiene por qué ser aquello que el Gobierno y sus medios afines llaman centro. Ya nos resistimos a aceptar como centrismo la amable inoperancia que encarnaron Sáenz de Santamaría, Méndez de Vigo y demás estrellas del marianismo. Frente a las conveniencias del gobernante de turno podemos reivindicar un centro bastante más sólido: el que confluye en el ideal de ciudadanía. Ese que… [seguir leyendo en El Mundo.]