Quizá sea porque las encuestas llevan tiempo avisando de ello. O quizá sea porque nos hemos acostumbrado a un tipo de análisis que se limita a señalar causalidades de Perogrullo («ese partido ha perdido votantes porque no ha logrado transmitir su mensaje»; ah). El caso es que parece haberse asumido con gran naturalidad que la formación más castigada en las elecciones de este domingo será Ciudadanos. Pero conviene detenerse un momento en lo sorprendente de este hecho. Porque es innegable que Rivera ha cometido graves errores políticos en los últimos meses; lo que resulta cuestionable es que estos merezcan un mayor reproche ciudadano que lo que se puede imputar a los otros partidos.
Si los votantes penalizan la repetición electoral, uno imagina que el mayor castigo debería ser para aquellos partidos que, siendo socios preferentes y habiendo mareado la perdiz durante meses, no lograron acordar un gobierno. Si hablamos de socios poco deseables, seguimos esperando a que alguien explique por qué el apoyo de Vox en Madrid (que, además, recoge un gobierno presidido por el PP) es más indeseable que el apoyo de Bildu en Navarra. Si hablamos de cambios de postura, tenemos tanto a un presidente que es un Houdini de sí mismo como a un líder de la oposición que bandea entre el marianismo y el abascalismo. Si hablamos de un deseo de firmeza en la cuestión catalana, convendremos que Ciudadanos ha sido fundamental para articular la respuesta constitucionalista (en las calles, en los medios, en el Parlamento autonómico) al procés. Y luego viene lo gordo… [Seguir leyendo en El Mundo.]