[Columna publicada en El Mundo el 13 de agosto de 2020:  https://www.elmundo.es/opinion/2020/08/13/5f33d51f21efa053458b45db.html ]

Tras el ruido de veraneos, rebrotes, destierros e imputaciones, va creciendo el apoyo a algo tan gris como una auditoría. En concreto, una auditoría independiente de cómo se ha gestionado la pandemia en España. En los últimos días varias asociaciones científicas y sanitarias se han sumado a la propuesta formulada por 20 especialistas en la revista The Lancet. Dicha propuesta parte de razonamientos impecables: España, que disponía de uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, tiene unas cifras desastrosas de muertes y contagios. Y esto, junto a la gravedad inherente al asunto, obliga a un examen riguroso de lo que ha ocurrido. La prensa ha respaldado la iniciativa de forma mayoritaria, y Fernando Simón ha dicho estar a favor al tiempo que expresaba numerosos reparos. Es una buena forma de culminar el consenso: para algunos, el apoyo de Simón será el mejor aval; para otros lo será su reticencia.

La reivindicación acierta en lo importante: la auditoría es necesaria y se debe poner en marcha cuanto antes. Sin embargo, resulta llamativo que se insista en que no supondría una búsqueda de errores o de culpas. El propio texto de los veinte expertos señala que la auditoría debe centrarse en los fallos estructurales que hay que corregir para el futuro, y no en el esclarecimiento de responsabilidades por lo ocurrido en estos últimos meses. Pero ¿por qué se da por hecho que lo uno excluye lo otro? Y, ¿por qué no iba a examinar este tipo de auditoría si individuos con cargos de mucha responsabilidad han errado en sus decisiones? Un sistema mejora tanto si se descubre que hay un área que necesita más financiación como si se concluye que una persona que ocupa un puesto importante cometió errores. Pocos mecanismos de mejora como la rendición de cuentas. Sucede algo parecido con las advertencias en contra de una politización de la auditoría. Esto, según se advierte, la convertiría en un ejercicio inútil y dañino. Se está dando por hecho que la politización es solo un sinónimo del tribalismo, cuando también es una manera de que los ciudadanos fiscalicen a sus dirigentes. Claro que la auditoría daría pie a que cada partido intentase arrimar el ascua a su sardina, pero una sociedad democrática debería tener herramientas para que, aún así, el ejercicio le resulte útil. La auditoría puede ayudar a que mejoren tanto nuestro sistema de salud como nuestra higiene democrática. Como no mejora ninguno de los dos es renunciando a ella.