En la novela Juventud sin Dios, del austro-húngaro Ödön von Horváth (1901-1938), encuentro una frase a la vez deprimente e inspiradora. En un instante de abatimiento, el profesor protagonista de la novela escribe: «yo doy Geografía e Historia. Tengo que explicar cómo está configurada la Tierra y también su historia. La Tierra aún es redonda, pero las historias se han vuelto cuadradas».
La declaración del profesor se enmarca en el proceso que le tocó vivir a Horváth del ascenso del nacionalsocialismo en la Alemania en que vivía y trabajaba. El profesor suscita la ira de sus alumnos y también de los padres de aquéllos cuando corrige a un estudiante que ha escrito que los negros no son seres humanos y por tanto no depende de ellos vivir o no. Los padres se quejan, los alumnos piden que se le expulse de la escuela, y él recibe un aviso por parte del director de no volver a llevar la contraria a la propaganda oficial y a la ideología imperante. Es una época en que, según uno de los pocos amigos del protagonista, «la Tierra entra en el signo de Piscis, en el que el alma del ser humano será inmutable como el rostro del pez».
Nuestra época puede haber desterrado los extremos de la de Horváth, pero en muchas ocasiones vemos repetidos sus mecanismos. [Seguir leyendo.]