Este año ha marcado el 80 aniversario de 1 de septiembre, 1939, el poema que W. H. Auden escribió en las primeras semanas de la Segunda Guerra Mundial. Auden se encontraba en Nueva York cuando los tanques alemanes entraron en Polonia, y se presenta a sí mismo en el poema sentado en un tugurio de Manhattan, escuchando la ominosa noticia por la radio. Lejos de sentir indignación o patriotismo, el poeta se confiesa «inseguro y asustado/ mientras mueren las grandes esperanzas/ de una década baja y deshonesta». Es momento de constatar un gigantesco fracaso, de señalar las líneas de defensa que han caído y de intuir lo que vendrá: «Ahuyentada la ilustración,/ el dolor que crea costumbre,/ el desgobierno y el duelo:/ deberemos sufrirlos una vez más». Solo en los últimos versos el poeta reconoce una constelación de puntos de luz que «relampaguean allí donde los Justos/ intercambian sus mensajes». Pese a reconocer en ellos los mismos errores y la misma desesperación que en sí mismo, desea unírseles en la defensa de una «llama afirmativa».
Muchos han recurrido a esta obra en momentos de crisis. [Seguir leyendo en El Mundo.]